Me voy a valer de mi propia memoria para contar esta historia. Espero que el prisma desde donde lo cuento no distraiga vuestra propia memoria. Espero también que los próximos martes 19 y 26 de enero a las 9:00 seamos muchas frente a la Sala de Audiencia de la calle Julián Camarillo, 11 (Edificio Roble II), metro Ciudad Lineal.
El verano de 2011, aquel verano efervescente apenas poco después del 15M, lo pasé en Almería. Fui a trabajar a un periódico del cual salí corriendo cuando comprobé que a quienes decidían sobre lo que se publicaba no les interesaba nada más que cualquier morbosidad en torno a prostitución o migraciones. En aquella redacción donde pasaba horas y horas escribiendo (algunas veces algo con sentido, otras no mucho) cada quien tenía sus trucos. El mío era escuchar –en directo o en podcast– los programas de Ágora Sol Radio. Aunque el 15 de mayo de ese año me encontró en Málaga, había viajado a Madrid con Lucía justo después de votar en las municipales del domingo 22 de mayo. Seguíamos lo que ocurría allí como si conociéramos de toda la vida a aquella gente desconocida. La radio y Tuiter eran una manera de estar juntos, de saber cómo les había ido el día a esos vecinos que aún no eran mis vecinos.
Una de las cosas que recuerdo escuchar con gran pasmo era la venidera recepción del papa en la capital, al rededor de la cual se celebrarían las Jornadas Mundiales de la Juventud. Para aquella macro excursión religiosa, todo. Para las voces discordantes, nada. Ya se sentían calientes los ánimos, a pesar del letargo del mes de vacaciones por excelencia.
El 17 de agosto estaba convocada una marcha laica en protesta por la costosa visita de su santidad –aún Ratzinger, cuánto tiempo–. Desde la frontera sur oriental, desde aquella esquina mediterránea, seguí lo que ocurría. Otra vez Tuiter y otra vez la radio. Habían cercado Sol. Durante tres días acotaron la plaza como un ruedo inaccesible, no fueran a ocurrir protestas que afearan la visita suprema. Madrid ya había estado bastante presente en los medios internacionales por los rijosos protestantes que levantaron voces y campamentos contra la corrupción, la precariedad y el hastío… en favor de una vida común, tejida e implicada. No estaría muy bien visto que también con el viaje del papa se produjeran las mismas escenas. Más bien, la imagen tendría que ser la de unas colonias escolares alegres, rezanderas, bien portadas y que además dejaran millones de beneficio al sector turístico de la ciudad.
La manifestación del 17 de agosto estaba comunicada y autorizada. Además, iba a haber suficiente cobertura mediática. Según nos fuimos enterando allí en el sur, el jaleo acabó con ocho personas en la comisaría de Moratalaz, además de varios periodistas retenidos en las inmediaciones de la plaza sin poder informar. Al final de la marcha, al rededor de la plaza secuestrada la policía cargó contra quienes ya daban por terminada la jornada y regresaban a sus barrios. Pronto circularon vídeos de aquel momento, ante los cuales solo nos quedaba clamar lo que ya intuíamos: ¡pero si no han hecho nada!
Esas detenidas, supe más tarde, pasaron dos noches en unas celdas hediondas de Moratalaz sin apenas agua ni comida y sometidas a un trato indigno constante.
El verano aquel acabó, yo me fui de aquel periódico infame y dejé también las eternas playas de Almería. Fue el otoño del 15O, de la internacionalización de redes, de Occupy Wall Street, de muchos grupos de apoyo mutuo fraguándose, de asambleas de vecinos reuniéndose, del aprendizaje compartido en las calles, de la experiencia de tomar parte en la gobernanza de nuestras vidas junto a otros. Yo seguí rodando, pasé unos meses en Bogotá, me alejé un poco de mis vecinos desconocidos de las plazas y también de la radio.
En enero de 2012 me mudé a Madrid. En principio iban a ser 4 meses y acabo de cumplir 4 años. El apartamento al que llegué estaba en el número 8 de la calle Zurita. Si me dejaba caer cuesta abajo llegaba al metro de Lavapiés. No tenía que hacer mucho esfuerzo para subir y estar en calle Atocha. Era extraño no conocer a ninguno de esos vecinos que tanto había escuchado. Los de Tuiter, los de las redes. Me sabía sus historias y sus lugares, solo que no nos conocíamos aún.
A la semana de estar en la calle Zurita y apenas cuando sabía dónde estaba el mercado y a dónde tenía que ir a trabajar vi carteles en las paredes anunciando una fiesta en apoyo a las detenidas del verano anterior durante la visita del papa. Sería en Casablanca –vaya, otro lugar que ya no– a la vuelta de la esquina. Ahí me enteré de que Casablanca era un centro social ocupado y que estaba a un minuto de mi casa. No fui aquel día. Me dio no sé qué no conocer a nadie. Ahora pienso que justo se trataba de lo contrario.
Yo me hice con la ciudad sin mucho convencimiento de echar raíces por la temporalidad de mi estancia. Pasados un par de meses fui todo el día a una jornada organizada por la asamblea del vecino barrio de los Austrias. Recuerdo Cómete la cultura como un lugar en el que quedarse. Hubo un remix de paella como para creer en dios, aparte de charlas impresionantes. Madrid empezaba a ser un sitio en el que permanecer. A aquella gente de Austrias me la encontré unos días más tarde en Sol, en no sé qué manifestación. Siento que en aquellos días pre primaverales de 2012 pasaba todo al mismo tiempo. Me dijeron que se reunían todos los sábados al medio día en la Plaza de los Carros.
Cuando fui empecé a reconocer a todas esas vecinas desconocidas. Empecé también a barrer con ellas nuestro patio común, a compartir problemas y buscar soluciones juntas. Aprendimos a cuidarnos y a importarnos aunque no hubiese afinidad personal entre nosotras. Lo clave es que nos reconocíamos. Y allí, justo en esa plaza, puse cara a dos de mis conocidas virtuales. Flavia y Belén habían sido dos de las detenidas en Sol el 17 de agosto anterior. ¡Pero si ya nos conocemos! Era lo que sentía.
En los últimos cuatro años ha pasado casi de todo. Fuimos a muchas más manifestaciones, dejamos de ir, nos involucramos en otros espacios del barrio, la asamblea se fusionó con otra, nos comimos el periodismo, montamos tres universidades populares, llegó el municipalismo que nos unió y nos desunió (depende de por dónde se mire). Hubo amores, mudanzas, desamores, despidos, desahucios, fiestas, bebés, resistencias, migraciones… ¡pasó un ciclo político más!
Nos hicimos piña, unas veces más compacta y otras más dispersa. Nos conocimos unas a las otras. Los quehaceres de cada quién, las precariedades compartidas y las soledades imbricadas.
Pasaron miles de cosas, menos el juicio que Flavia y Belén seguían teniendo pendiente.
Y de repente esta memoria nos arrastra a 2016 recién salidas del año del cambio. Hemos cambiado todas, nada es menos convulso que en los últimos cuatro años y medio. Y por fin, al fin, hay fecha para el juicio de estas dos mujeres. A Flavia le piden un año y medio de cárcel. Aunque no hubiese conocido a estas dos vecinas, me parece infame. Conociéndolas, aún más. La espera larga no vale más que para amedrentar. Qué suerte tener cerca a estas dos maravillas de personas que no se dejan asustar. Qué suerte la alegría de tener una red en torno a ellas, en torno a nosotras.
Nos vemos los próximos martes 19 y 26 de enero de 2016 (Sala de Audiencia de la calle Julián Camarillo, 11 (Edificio Roble II), metro Ciudad Lineal).
* grabación de la detención en Sol hecha por @fanetin el 17 de agosto de 2011:
* Declaración ante la policía de Moratalaz es un poema de la enorme Mariángeles Maeso: